30/11/12

Mi vida por un instante (Parte I), por Nemo


    Johnny tiene enfrente suya su última copa, la ha conseguido no sin esfuerzo, pues la camarera no quería servírselo dado su estado en general y el de su bolsillo en particular; pero como antes estuvo flirteando con ella le ha caído en gracia y le invita a esta última. Johnny mira fijamente la copa, saborea el momento, sabe que el trago sólo será un instante, y, luego, luego otra vez la desesperación. Alarga el momento, cada instante es ahora valioso porque espera Al Gran Instante: el de la felicidad.
    Se lo bebe de un trago, y tras un momento de regocijo su cabeza cae rendida a la barra. Hay un silencio. Y, con los ojos aún cerrados, Johnny le susurra a la madera en un tono apenas perceptible:

    Nómada escurridiza
    Delicia ingesta
    Promesa imberbe
    Señorita traviesa.
    ¡Felicidad! Tan mortal

    como los cuerpos 

    sobre los que se posa.
    La camarera, compasiva, le pregunta por qué él, un chico tan joven, se destruyó a sí mismo con tanta indiferencia. Ante lo cual, Johnny se levanta, la mira fijamente y, aunque tambaleándose un poco a los lados, la contesta con una fuerza impensable para semejante escombro etílico: 
    Estoy casi muerto, no siento nada. ¿Quién pudiera sentirse nacer o desfallecer ante algún fatalismo impuesto por la azarosa voluntad de la casualidad? Beber me mata el aburrimiento. Qué importa si bueno o malo, Sentir, sólo pido eso; sentir. Para poder vivir, aunque sea vivir mi muerte, siempre será mejor que tan sólo esperarla, si más, sentado en el trabajo o en casa. ¡Eso es! ¡Que pague la cuenta de mi vida –si es que la hay- la muerte! No dejaré que me asuste mi propio fantasma. Y, viviré, mejor dicho, sentiré; aunque sólo sea por un instante, toda la vida lo es.
    Tras decir eso, Johnny salió del bar ante la atónita mirada de la gente. Nunca volvieron a verle por el pueblo. Encontraron su ropa por el pantano. Nadie sabe lo que le paso.

28/11/12

Sin título, por Vittamina


Que no me importa
Si  jugando me haces trampas
Que yo también soy viziosa
Y prefiero
Una kuriosa ludopatía
Que camuflada la apatía con falsas alegrías.

Que no me importa
que no se te levante
porque pa echar un polvo precioso
hace falta tener ganas
Y prefiero
Un abrazo entre sábanas empapadas
que caricias que no alcanzan…

Eso sí, espero que te enteres:
Mira, compay, a mí no me ningunees
Que se teskapa  tol enkanto
que insignificante se vuelve tu kanto

Que no esperaba nada de ti
aparte de vivir
Esos ratos
echados porque sí

27/11/12

Autopsia narcisista, por Ectoplasmática


   Infinito placer autónomo, miles de maneras de recreación...pruebo texturas, ya no me basta con que tenga sabor,olor y eyacule...tu falo no sirve para mis adentros.
   Telepatía plástica, onanismo putrefacto...cientos de formas para mi recreación intima, objetos fríos, carne caliente, uñas largas traicioneras que me desgarran, pero no hay descanso: es mi momento, conmigo misma, conmigo mismo.
   Grito de placer, yo me lo proporciono, mi talento lo desgasto con mis juguetes, nadie lo merece...enloquezco con el plástico,  me emociono con mis manos...
    Peta zetas en mi coño, vibraciones en mi ano...instinto lúbrico, satisfacción incontrolable.
   Autoasfixia sin censura, no hay límite porque es mi cuerpo...espero no odiarme demasiado como para asesinarme.
   Me corro, me lo trago, me lo escupo y me restriego más vivx que nunca.

23/11/12

Los hermanos Recio, por Marcos D.C.

   Eran las cinco y media de la madrugada cuando los hermanos Recio llegaban a su casa. A esa hora yo acababa mi última lata de cerveza y renunciaba por completo a mi intento de conciliar el sueño aquella noche. Los gritos y carcajadas de Pablo y Julio Recio entraban por mi ventana desde el patio interior del edificio, mezclándose con las de las dos prostitutas que les acompañaban. Era una noche muy calurosa.
   Encendí un cigarrillo y me asomé al patio. No pude verles, pero seguía oyendo el jaleo de sus borracheras.
   Tenían un apartamento alquilado en mi mismo bloque, pero sólo lo usaban uno o dos sábados al mes, cuando venían a la capital para zanjar algunos negocios. No se trataba de nada estrictamente ilegal, simplemente eran proveedores de varios mayoristas en Mercamadrid; vendían aquí las naranjas que producían en el pueblo con sus seis o siete primos. Cuando venían a cobrar las facturas, aprovechaban el viaje para disfrutar de la ciudad. Putas, ginebra y farlopa eran su menú preferido. Tendrían unos treinta años, quizá menos.
   Lo cierto es que no sé mucho más sobre los dos hermanos Recio; y puede que nunca llegue a hacerlo. Pero todas esas noches en que, atacado por el insomnio, escucho sus risas de madrugada desde mi pequeño salón cubierto de latas vacías y ropa sucia, pienso en cómo será la vida de estos personajes: dos chavales de pueblo que, muy de vez en cuando, se mezclan con el lado más inquieto, aberrante y divertido de esta ciudad.
   Y sin embargo, ésta nunca les atrapa. Nunca.

18/11/12

Ave María, por la Cierva



Ave María Purísima.
Sin Pecado concebida.
Padre, he pecado de nuevo, lo sé, hablamos de ello la semana pasada, pero usted me entiende Antonio, usted sabe lo que es este infierno. De verdad, Padre, que le pedí al Superior que me mandase a un colegio de niñas. ¡Pues no! Él me conoce, quiere hacerme sufrir, quiere que haga penitencia y por eso me rodea de niños pre-adolescentes, con esos cuerpecitos aún suaves y a punto de explosionar hacia la madurez.
Padre Agustín... es usted un vicioso.
¡Lo sé! Necesito despojarme de esta mente lasciva y esta mirada sucia... Padre Antonio, ayúdeme. ¡Castígueme!
Padre Agustín, súbase la toga. Le voy a dar unos azotes.
¡PLAS! ¡AY! ¡PLAS! ¡MÁS! ¡PLAS! ¡MÁS, MÁS! ¡PLAS! ¡OH DIOS, OH DIOS! ¡PLAS!

9/11/12

SÓRDIDA Y DROGADA, Nº 9


Presentación:

      Estimado lector:

    Estoy seguro de que has oído hablar de nosotros, quizás no de esta revista, pero sí de nosotros. “La juventud desarraigada”, “la juventud sin respeto por nada”; botellón, fiesta, droga, precocidad sexual…  se han convertido prácticamente en alter egos de nuestra generación. Quieren pensar que ni trabajamos, ni estudiamos; pero si conocieran la realidad se darían de cabezazos contra su incomprensión ante la burlona mirada del absurdo. No paran de hablar de nosotros los grandes analistas, doctores y viejos maquillados por la tinta de sus diplomas. Hablan, como si supieran; juzgan, como si pudieran; señalan, como si tuvieran la pureza de ojos para vernos.  Bien, aquí estamos, aquí os escribimos, aquí os insultamos, despreciamos y escupimos. Aquí no hay análisis, huimos de todas vuestras ecuaciones, dicho más claramente: “x” es igual a lo que me salga de la polla.
    ¡Vagos! Y, sin embargo, yo soy estudiante ocasional, trabajador a horario parcial y drogadicto a jornada completa. Os gusta pensar que somos escoria, basura social y estúpidos; así descansáis mejor por la noche.  Y quizá tengáis razón. ¿Pero quién soy yo? Soy tu hijo, tu hermano, tu vecino, tu alumno y el que te sirve una copa con una hipócrita sonrisa por seis euros la hora. En definitiva, no soy nadie en particular. 
    ¿Queréis una explicación? Nos educaron para luchar contra gigantes y no sólo nos hemos topado con molinos, sino que resulta que están abandonados porque no hay pasta para mantenerlos. Pero esta explicación no importa, “esta explicación es tan cierta como lo podría ser lo cualquier otra".
    Míranos, míranos bien, cabrón. Aquí estamos, aquí os escribimos, aquí os insultamos, despreciamos y escupimos. Aquí están nuestras voces, y si tu cobarde mente te permite agudizar el oído lo suficiente como para escucharnos, te darás cuenta, de lo sórdida que es, y de lo drogada que está.

La Editorial

Contenidos:
Ejemplares:

Puedes pedir ejemplares de forma gratuita, escribiéndonos a sordidaydrogada@gmail.com 
O descargarlo en formato pdf en este enlace

5/11/12

Otra vez Madrid, por Harry Winston


 Otra vez el tedio, las telarañas, el olor a cenicero. Otra vez el moho en los huesos y los ojos cerrados, a pesar de la espléndida tarde que me rodea. No puedo ver el sol. Encerrado en mi cuerpo, genero únicamente lo que por sí mismo éste produce; y sólo son escupitajos que le lanzo a un asfalto quebrado y negro.

 Es esta ciudad. Es Madrid, entrando por mi ojete y filtrándose a mi sangre. Es Madrid y sus mujeres, sus líneas de metro, su oscuridad tras la fachada patética que muestra de falsa Europa, la noche de su centro, el desengaño de bohemios y pedantes, de cobardes llenos de miedo, de gente divertida y gris a la vez. Es el amor que le profeso – consumiéndome – a la capital del polvo, de las cucarachas y las ratas de medio metro.

 Dejándome atrapar por el encanto macabro de este imperio en decadencia, me daba cuenta de que era yo quien atrapaba, a cada instante, su esencia negra en mi cuerpo vacío.

 Otra vez el tedio, las telarañas, el olor a cenicero. Otra vez la primavera oscurecida por la sombra de quinientos edificios apilados como cajas, conteniendo seis millones de seres sin rostro ni mirada; ciegos de aburrimiento. Otra vez Madrid enorme, espléndida; y otra vez mi sangre hirviendo por ella. 

2/11/12

Una idea, una rave y Bécquer, por Nemo

     El sonido de la música golpea mi cuerpo y me saca a la fuerza, a la luz nocturna, mis más preciados instintos. Contemplo desde lo alto del monte la rave, y me viene el pensamiento de que no hay nada más sórdido y drogado que esto. Un montón de jóvenes que vienen inspirados por un anhelo de fiesta, demencia y desenfreno sin igual. Una música que no está hecha para llevarte a estado de ánimo alguno: ni alegría, ni tristeza, ni melancolía; nada de eso, sólo está hecha para ser bailada, para ayudar a que la droga recorra con mayor virulencia el cuerpo. Todo está sucio por el barro; la gente, los bafles… Hasta la música es sucia. Y de golpe, como siempre sin llamar a la puerta, me viene otro pensamiento: unos versos, unos veros de Bécquer, y un pensamiento aun más extraño ¿Qué pensarían él y su romanticismo sobre esto? ¿Pensaría que es pura poesía sórdida, como yo? ¿O es demasiado indigno de llevar el galardón que otorga un escrito? 

     De pronto, se acerca Marcos tambaleándose y balbuce con su voz ronca de dos días sin dormir y de fiesta bajo la lluvia: “¡Esto es el anticristo!” ¡Claro! Pienso yo, y Nacho le contesta: “Esto es un Aquelarre.” Más de una vez ya había pensado que las raves lo eran. Gente que va al monte a bailar, drogarse, follar; a dejarse hechizar por la música y la fuerza de una luna que nos mira con una sonrisa llena de complicidad. Pero es un Aquelarre del siglo veintiuno, en el que Satán ya no es adorado –Fausto se burló demasiado de él como para que sigamos tomándonoslo en serio-, ahora es simple diversión por diversión, con la gratuidad que da toda acción sin ideal. Y en cuento a Dios… Bueno, de éste me sorprende que tan siguiera siga teniendo nombre.

     Sin embargo, todo esto es demasiado abstracto, demasiado general. Algo sórdido y drogado tiene que ser concreto, aún más simple que estos pensamientos. Poco tiempo después me fijo en que una chica me mira, y se me hace que entre la roña y el barro que hay en su cuerpo, y los estimulantes que hay dentro de él, se encuentra un ser precioso. Quizás sea así, sí, o quizás sólo sea una alucinación mía provocada por la drogas; pero se me hace que además de estar buena yo le intereso. Puede que no sea ni una cosa ni la otra, pero en cualquier caso no hago nada, ella no hace nada… Voy demasiado drogado para eso.  A veces ocurren estas cosas por la droga, “quien lo probó, lo sabe.” Que dos jóvenes que se desean no hagan nada porque van demasiado cocidos me pareció bastante sórdido y drogado, pero seguía siendo demasiado abstracto.


     Entonces se me ocurrió una escena, irreal en tanto que no ocurrió, pero perfecta para lo que estaba buscando. Me imaginé que ella se me acercaba lentamente y a una altura en la que yo casi pudiera exhalar su aliento me preguntaba: “¿Qué es sórdida y drogada?” y, yo, parafraseando a Bécquer tergiversadamente, respondía: “¿Qué es sórdida y drogada?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila dilatada que antes era azul.  ¿Y tú me lo preguntas? Sórdida y drogada, nena, eres tú.”