27/2/12

Empapado en sudor me restriego, de Harry Winston


Empapado en sudor me restriego,
empalmado, contra tu ombligo
y entre dientes me repito
que apenas nos conocemos.
Y yo no me lo creo.

Mi cara desnuda te admira
desnuda en mi cama de paja,
desde abajo,
desde donde son tan buenas las vistas.
Desangrando el odio en mis encías
te violo te insulto te pego
para echar frente al espejo de menos
el momento de mi propia muerte.

Rata sucia y cobarde,
cucaracha insignificante y sucia,
sucio asesino disfrazado de verdugo,
hombre sucio
que frustra su sangre de hombre,
despacha a las buenas costumbres
y engaña con odio.

Disfrazando el miedo,
con alcohol, de sus ojos.

26/2/12

Me daba igual la tarde, de Sergio Escribano


Me daba igual la tarde,
el niño del semáforo en la mano de su madre,
que hubiera tropezado con el perro
y que el perro se aguantara la meada hasta llegar al parque.
Me daba igual, yo ya me iba.
Me daba igual también el ejercicio de mi ojo deformado,
colorear metáforas sobre el paso de peatones,
el parque cutre, asalvajado, matorrales con su gheto cultural,
somos salvajes. No eres mi patio.
Yo ya me iba y me da igual,
no tiene sentido cuidarte, aunque imagine que me gustaría
 
un bucle ilimitado de caricias y sonrisas y bocados y momentos de     ................................................................................../la vida imaginaria
que crucemos o cruzamos.

No me da igual, pero me iba.
Se ha retirado el equipo productor de los guiones
que empuñaba en el intento de conquista de tu mente
y se dedican al ejercicio artesano
del sketch publicitario.
No es que hicieran a disgusto su trabajo,
es que yo ya me iba, no soy de viajar cargado
y no me gusta dejar nada para nunca.
Yo no padezco nunca.

Somos salvajes.
No espero nada, yo ya me iba.
Y tú no esperes nada, nunca, de mí.



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Audio experimental

25/2/12

SÓRDIDA Y DROGADA, Nº 1

Bueno, pues ya ha salido el número 1 de la revista SÓRDIDA Y DROGADA, que contiene:

1. Presentación de este número
2. Con el lodo y el polvo, Harry Winston
3. Domingo, Marcos D.C.

   Puedes solicitar tus ejemplares  gratuitos a sordidaydrogada@gmail.com, a partir del día 1 de marzo.

   Si lo prefieres, puedes descargarlo en pdf AQUÍ 

22/2/12

Domingo, de Marcos D.C.


Eran casi las ocho y media de la noche. ¿A qué hora había llegado a casa? ¿cuánto tiempo había dormido? Estaba tumbado, mirando al techo y me sentía diminuto sobre aquella cama, que olía con resentimiento a alcohol y humo, mientras intentaba ordenar los sucesos de la pasada fiesta. Sabía lo que me esperaba: una puta noche de domingo, una de esas, de las de cada domingo. Me esperaba quedarme sobre la cama o en el sofá, sintiéndome una mierda, pensando demasiado, sin saber por qué coño se me humedecen los ojos. Quizá sería porque anoche nada salió del todo bien, quizá porque fue demasiado divertido, o porque había vuelto a cagarla con alguien que no la cagaría conmigo; quizá sería porque cada vez me cuesta más parar de beber a tiempo o a lo mejor era por no ser capaz de recordar nada de lo que pasó en aquel garito o porque recordaba lo hija de puta que fue esa chica conmigo, o lo hijo de puta que fui yo con ella. Mierda, me esperaba una noche jodida.
Iba a ser inútil intentar salir del bajón. Me levanté del colchón y sentí un mareo. Me apoyé en la pared y mi estómago empezó a agitarse por sí mismo, tenía ganas de vomitar, las piernas y los brazos me temblaban, me sentía frágil y patético, como un insecto, ¿de dónde coño salía ese extraño sabor en mi boca?, mi cabeza pesaba doscientos kilos, todos mis músculos se resistían a obedecerme, me dolía la espalda y aún me duraba la taquicardia. Me arrastré, sin perder el contacto con la pared, hasta el cuarto de baño. Joder... Una vez dentro descubrí que había llegado a casa potando. Estaba todo lleno de mis entrañas, directamente desperdigadas por el suelo y el lavabo. Puto domingo...

16/2/12

El frío, el calor y la nada (Acto I), Anónimo


Acto I


Lo que sigue a este primer acto introductorio no es más que una historia (una leyenda, un mito si se quiere). Historia que relata la vida de un hombre y que no pretende pasar desapercibida entre los integrantes de mi generación. Una generación que se desarrolla en un entorno donde los valores, viejos y nuevos, se muestran débiles y enclenques; un entorno que le pone un precio a todo y donde parece que la ética misma puede comprarse; donde todo Orden se muestra absurdo e infundado. A nosotros, los jóvenes, se nos cae el cielo sobre nuestras cabezas y lo que las más desgastadas generaciones nos han ofrecido es una Felicidad, una Verdad, una Moral, una Razón que nunca nadie ha conquistado.

Tras nuestros pasos dejamos odio, violencia, drogas, nihilismo, consumo, competencia, exceso... Nos abandonamos a la diversión, con minúscula, y al instante. “El pasado ha pasado y por él nada hay que hacer; el presente es un fracaso y el futuro no se ve” (Eskorbuto). ¿Y ante esto qué? Ante esto el abandono a lo que siempre ha sido despreciado y que hoy aparece como respuesta a una generación olvidada, cansada desde edades tempranas, que observa con indiferencia cómo el viejo mundo pisotea sus propias leyes para fundar otras que de nuevo serán humilladas. Traemos bajo el brazo la dinamita que arrasará con todo y otorgará al mundo la última gran humillación: la de la absurda ley de las múltiples leyes.

La historia que viene a continuación es la historia, completamente manipulada y distorsionada, del hombre hasta el día de hoy. Hasta la quinta de los despreciables.

Con el lodo y el polvo, por Harry Winston

Con el lodo y el polvo,
hecha mondongo la sangre
entre costilla y costilla,
preguntabas a mis labios
preocupada por tu abrigo nuevo
de cuero barato,
¿me quieres?

Y con el polvo y el lodo
y hecha espuma la saliva
y las muelas rotas de forzar caricias,
preocupado por tu rímel corredizo
y sin pensar demasiado,
no. No lo hago.

La manta la cama el cuarto.
También la casa,
en cuanto supo de tu desgracia,
quiso fundir con el cielo sus ventanas
y el suelo falso limpiar
del semen falso de mi amor verdadero
y fumar a tu lado
y pintar sobre tu muslo un tiro,
dejar que me echaras a patadas
para quedarse follando contigo.