5/11/12

Otra vez Madrid, por Harry Winston


 Otra vez el tedio, las telarañas, el olor a cenicero. Otra vez el moho en los huesos y los ojos cerrados, a pesar de la espléndida tarde que me rodea. No puedo ver el sol. Encerrado en mi cuerpo, genero únicamente lo que por sí mismo éste produce; y sólo son escupitajos que le lanzo a un asfalto quebrado y negro.

 Es esta ciudad. Es Madrid, entrando por mi ojete y filtrándose a mi sangre. Es Madrid y sus mujeres, sus líneas de metro, su oscuridad tras la fachada patética que muestra de falsa Europa, la noche de su centro, el desengaño de bohemios y pedantes, de cobardes llenos de miedo, de gente divertida y gris a la vez. Es el amor que le profeso – consumiéndome – a la capital del polvo, de las cucarachas y las ratas de medio metro.

 Dejándome atrapar por el encanto macabro de este imperio en decadencia, me daba cuenta de que era yo quien atrapaba, a cada instante, su esencia negra en mi cuerpo vacío.

 Otra vez el tedio, las telarañas, el olor a cenicero. Otra vez la primavera oscurecida por la sombra de quinientos edificios apilados como cajas, conteniendo seis millones de seres sin rostro ni mirada; ciegos de aburrimiento. Otra vez Madrid enorme, espléndida; y otra vez mi sangre hirviendo por ella. 

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