19/5/12

El frío, el calor y la nada (Acto IV), Anónimo


Acto IV: El humanista

Desvanecido el Ser en las alturas, la nada puebla ahora la tierra de los hombres; y de la nada, nada brota. Se impone la tiniebla, el caos; todo orden resulta patético, una insignificante mota de polvo, un grano de arena en el desierto de la inhumanidad. Se apagan las luces, se enciende la llama que prenderá fuego al mundo anciano y hará de la humanidad un movimiento joven y autodestructivo hasta eliminarlo todo por completo. Los Valores se sustentan en el lodo y, poco a poco, se sumergen, amenazando con su desaparición. Los hombres ahora miran al cielo y observan al héroe Prometeo destapando el tarro y mostrándole al mundo un interior vacío.

Con destreza histórica, los ancianos más decrépitos del mundo apartan sus diferencias y rápidamente escriben los tratados del nuevo Orden, sentenciando a Prometeo, condenándole, le imponen su castigo, responden con violencia a su atrevimiento y le hacen pagar por su acto terrible. Viejos chovinistas, enajenadamente enamorados del poder, larvas al borde de la muerte, que rebañan sus últimos días trepando a empujones hasta el altar del mundo. Jueces del Cosmos.

La sentencia ha sido firme: “Tú, Prometeo, que atentas con violencia contra la Ley que doblega a los hombres de carne y hueso y que alimenta nuestra sed de gobierno, serás condenado y encerrado por siempre en el interior del tarro que tú mismo profanaste”. Y ahora los hombres contemplan a Prometeo en las alturas y sonríen y vuelven a vivir en la geometría; no ya como hijos de Dios, no como súbditos de los sagrados mandamientos, no por amor al prójimo, sino como hombres, como esclavos de los derechos humanos, escritos por las mismas manos huesudas que alzaron el tarro vacío. Ahora se erigen los mismos valores, el mismo Sistema, la misma Estructura y su dios es, desde hoy, el Hombre.

El tarro ya está lleno, ahora existe un sistema real. El Hombre es así y así deben ser ustedes.

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