26/10/12

El viejo duro, por la Cierva

   -Hola papaíto.
   -Hola chiquilla.
   -Qué pronto has llegado hoy a casa...
   -Sí. No había trabajo en la fábrica y nos han soltado a unos cuantos a la hora de comer.
   -Esta semana te han dado muchas tardes libres, estarás contento ¿verdad?
   -Sí, chiquilla... muy contento. Anda, tráele algo de beber a tu viejo.
   -No queda whisky, papaíto, mamá se ha terminado la última botella esta tarde.
   -¡Esa zorra! ¡Cuántas veces le habré dicho que no toque el jodido whisky! ¡El whisky es para putos hombres, joder!
   -Eso es lo que yo le decía, papaíto, pero no paraba de llorar y decía que no encontraba sus pastillas y que le dolía mucho la cabeza. Le dije que te ibas a enfadar mucho y mamá contestó que eres un puto bastardo... Lleva durmiendo desde entonces y no he encontrado su monedero para comprarte otra botella. Lo siento papaíto...
   -¿Que lo sientes? ¡No eres más que una zorra como tu madre! ¡Consíguele a tu viejo algo de beber o me quito el cinturón ahora mismo!
   -Pero papá...
   -¡Ven aquí!
   -No, por favor, papaíto... No te quites el cinturón, yo no he sido... Se lo he dicho a mamá, te lo prometo. ¡Le he suplicado que no se la bebiera! Pero aún queda vino, papaíto. Te traigo el vino, pero por favor, no te quites el cinturón...
   -Cierra la boca y tráeme el puto vino. Malditas hijas de puta... Se mata uno a trabajar para que se lo paguen así. ¿Qué cojones tengo que hacer para que se me respete en esta puta casa?
   -Ten papá...
  -Muy bien hija... Ahora ven aquí. Siéntate con tu papaíto... Eso es... Cada día estás más grande y más bonita. Pronto serás una mujercita hecha y derecha, ¿eh? Y todos los hombres te querrán. Pero tú sabes que sólo puedes querer a tu papaíto, ¿verdad chiquilla?
   -Sí, papá...
  -Muy bien, así me gusta. Sólo a tu papaíto. No como la guarra de tu madre. Cuando la conocí, se dedicaba a calentar las pollas de todos los clientes del bar. A mí me dejó la copa en la mesa mientras me abría la bragueta. Yo le solté tal bofetón que le abrí el labio, pero aprendió la lección... Esa zorra se llevó lo que se merecía y ella lo sabía. Yo soy un hombre de verdad, ¿sabes hija? Y no iba a dejar que me calentara como a otro cualquiera. Así es como conquisté a tu madre, le iban los tipos duros y no hay un cabrón en esta ciudad más duro que tu viejo.
   -Lo sé papaíto...
   -Ahora, hija, ayúdame a quitarme el cinturón. Eso es...

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