Ella
habría estado dispuesta a chupársela gratis. A estar de rodillas inmóvil en el
parqué de su cuarto. A levantarse e irse cuando se corriera. Sin rechistar.
Ella hubiera estado dispuesta a ser cruel consigo misma.
Y él no quiso.
Pero él no quiso.
Él pensó que solo era un
chiste.
Ahora ella piensa lo mismo.
Le hubiera querido como se
quiere a un cabrón. Con las bragas por las rodillas y frío en la mirada. En
silencio. Un solo día.
– Hijo de la gran puta – gritó
la perra.
Él no sabía que los perros
hablaban, por eso pensó que era una broma. No pensó que los perros podían amar.
Que los perros aman el instante
Las bromas solo tienen gracia
en el momento.
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