19/10/12

Los buenos siempre pierden, por Marcos D.C.

 ¿Quién puede más?, me preguntó el Manu, ¿Hitler o tu padre? Teníamos nueve años y ni siquiera sabíamos quién era Hitler, aunque habíamos oído hablar de que estuvo a punto de conquistar Europa o algo así y que había podido matar a millones de personas dirigiendo un ejército de la hostia. La comparación con mi padre venía a cuento de que hacía un par de meses le habían metido en la cárcel. Fue por pegar a mi madre, pero yo conté en el colegio que mi padre era un asesino despiadado que atracaba bancos y disparaba a la policía; por eso el Manu se atrevía a compararlo con Hitler.

 Hitler se cargó a muchos, dijo contestándose a sí mismo, pero atracar bancos mola más. Mi padre no era un tío violento, nunca tocó a mi madre; sólo una vez. Mi historia no es la del hijo criado en un ambiente jodido, con un padre borracho y una madre stripper que viven en un piso pequeño del Bronx; qué va. Yo era un niño normal, como cualquier otro puto niño de mi colegio. Fue sólo que un día mi viejo lo echó todo a perder.

 No sé, le dije, a lo mejor te estás pasando, en realidad mi padre es buen tío. Bah, entonces Hitler puede más; los buenos siempre pierden. Justo entonces sonó la campana que marcaba el final del recreo y el Manu se echó a correr hacia las aulas. En clase, con mis tijeras, grabé en mi pupitre aquella frase. Los buenos siempre pierden.

1 comentario:

  1. porque trabajando nadie se hace rico, si así uno se hiciera rico, los burros serían los más ricos”,

    ResponderEliminar