Harry Wallace no podía creer
lo que veían sus ojos. Willie, Willie Whiskey, como todos le llamaban, estaba
ahí, frente a su porche, con un revólver cargado y amartillado en una mano y
una botella casi vacía en la otra. Aquel cretino apenas podía mantenerse en pie
mientras provocaba con burdas blasfemias a Harry Wallace.
Harry se puso en pie y se
llevó la mano al revólver. Ni lo intentes, cabrón retorcido, ladró Willie Whiskey.
Sin desenfundar su arma, Harry apartó el cigarrillo de sus labios y, escupiendo
algunas hebras de tabaco, lo arrojó al suelo de madera. Escúchame bien,
Whiskey, le dijo, si no sales de mi propiedad en diez segundos, te consideraré
un intruso; y ten por seguro que no soy un tipo al que le guste tratar con
intrusos.
Aquellas palabras no
intimidaron al cerdo de Willie Whiskey. ¿Y qué vas a hacer, Harry?, ¿vas a
llamar al sheriff Orwel?, ¿a los federales?, no me jodas, maldito perro inglés;
hoy he venido a acabar con tu miserable vida. Ese jodido borracho no sabía lo
que decía, pensaba Harry Wallace, venir aquí, a su propia casa y amenazarle a él...
Te lo advierto, escoria, si no te alejas de mi casa, serás tú quien tenga que
pedir ayuda a los federales.
Willie Whiskey apuró de un
último trago su botella y la estrelló contra la puerta. Sin dejar de
tambalearse, apuntó a Harry Wallace y apretó el gatillo de su Colt. El disparo
no asustó a su objetivo, pues la bala fue a parar a un metro de su pecho. Rápidamente
y sin que apenas le palpitase el corazón, Harry Wallace desenfundó su revólver
y disparó al borracho, hiriéndole en el brazo. Te lo advierto, Whiskey, le
dijo, la próxima irá directa a tus sesos. Pero aquel bastardo alcohólico no le
quiso escuchar y entre gritos de dolor, arrojó un tiro desesperado que, por
pura casualidad, impactó de lleno en el cráneo de Harry Wallace.
Años después, Willie Whiskey
seguía emborrachándose y matando gente inocente y respetable hasta que, un buen
día, la sífilis contraída por una mala puta a la que violó cerca de Missouri,
le llevó a la tumba. Murió borracho; algunos cuentan que entre carcajadas.
Mientras tanto, la familia de Harry Wallace no dejó de llorar la muerte de éste
buen hombre, asesinado a manos de un miserable bastardo que, como ellos dicen,
no supo nunca apreciar la vida.
buenisimo marcos, de lo mejor que has escrito
ResponderEliminarBien por la puta de Missouri. Esa si que sabe!
ResponderEliminarpues yo creo que «They are really rockin' in Boston!»
ResponderEliminarmuy bueno, grande, lo mejor que he leido de ti en labios del western,
ResponderEliminarasi q harry,
mas te vale
no te acerques a mi botella,
o tu familia se tambaleara como las margaritas en manos de una ramera,
el mal llamando p. de los tristes