¿Te has
metido spiz esta noche?, preguntó ella. Sí, mentí. Joder, por eso no se te
levanta. Se hizo un silencio muy largo. La única luz que había en la habitación
era la que se colaba por la rendija de la puerta. Se oían risas y música en la
sala de al lado.
Me
gusta esta canción, dijo ella por fin cuando sonó un tema de los de los
Dictators. ¿Quieres que vayamos? No me contestó, se limitó a mirar a su alrededor
tarareando.
Me
abroché los pantalones. Oye, dije, me voy a... Pero ella me interrumpió; ¡no me
jodas!, ¿de verdad me vas a dejar así? Miré al suelo y no dije nada. Tócame las
tetas, dijo de pronto, tócamelas y empieza a cascártela si quieres, tú no te
cortes. Me pareció ridículo ponerme a hacer aquello.
En fin,
vamos a seguir con la fiesta si quieres, podemos intentarlo luego. A mí me
pareció una buena idea; al fin se había rendido.
Un par
de horas después, ella estaba en la misma habitación con otro tío. No salieron
en toda la noche, debieron pasarlo bien. Me desperté con una resaca bastante
jodida.
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