Vibraba
hasta la última cuerda vocal, enfangada de éxtasis y de lo espirituoso que
puede haberse alojado por instantes en una garganta.
Lo
terrible no era la causa, sino el repliegue por el cual el cerebro ya no
dictaba ni uno solo de los circuitos del corazón, precisamente porque la
autonomía embriagada (por cierto) de este, no se dejaba domesticar.
El
escenario no merecía puestas en escena que la sensibilidad no pudiera traducir,
se aquejaba de lo maravilloso que no podría ser, si no hubiese cuerpos en tal
estado, en ese estado en el que “la conquista” de la noche es tan larga como tú
quieras que sea. Tan, “esta noche, es la noche”.
Las
emociones se frustran, las miradas ni siquiera se entrecortan y los músculos se
tensionan hasta límites inimaginables horas antes. Esto no va de drogas, va de
lo profundo de entender lo que se siente en el momento carmesí en el que todo
pensamiento se contrasta, se subvierte y paradójicamente, acaba bien. Lo
borroso resulta nítido y lo corriente.
Y
brilla el sol, y el viento ya no se densifica. ¿Y si no era tan sencillo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario